**¿Quien puede criticar a las familias que cayeron en tremendo predicamento? -mafg-
A raíz de la media sanción que la Cámara de Diputados dio a principios de julio a la ley de urbanización de villas de emergencia, el coordinador del LabHisPub del Dpto. de Estudios Históricos y Sociales UTDT aborda aquí la historia de los asentamientos informales en la ciudad de Buenos Aires para comprender mejor la problemática de la segregación urbana.
ASÍ comenzó todo: Contrastes sociales cobraron gran
visibilidad en los años 30, cuando los rigores de la Gran Depresión generaron
altísimos niveles de pobreza y desempleo. Es entonces que surge la llamada
"Villa Desocupación", asentamiento de obreros polacos y de otros
países de Europa del Este que, habiendo perdido sus empleos, establecieron un barrio de casillas en la zona del Puerto Nuevo
(Retiro). Este asentamiento, sin embargo, tuvo corta duración, y ya a mediados
de la década las autoridades lo disolvieron.
Fue, paradójicamente, en una de las épocas de mayor
prosperidad para los sectores populares argentinos cuando las villas de
emergencia comenzaron a tener un desarrollo continuado y creciente.
Durante el primer y segundo gobierno de Perón, al
compás de una industrialización acelerada y de fuertes migraciones del campo a
las grandes ciudades, la nueva población obrera comenzaba a poblar la periferia
del Gran Buenos Aires y a establecerse en una ciudad que no tenía la
infraestructura urbana y habitacional para contenerla. Incluso los generosos
planes de vivienda social del gobierno peronista fueron insuficientes,
y surgieron en los tempranos años 50 barrios como la actual Ciudad Oculta
en Villa Lugano, la Ciudad Perdida en Mataderos, la actual Villa 31 o la villa
del Bajo Belgrano.
Fueron los militares que derrocaron a Perón en 1955 los
que, segunda paradoja, denunciaron la existencia de las villas miseria,
utilizándolas como un argumento para afirmar lo ilusorio de las políticas
sociales del peronismo (la "segunda tiranía"), que no había sido
capaz de prestar atención a este flagelo.
Más
allá del oportunismo de estas acusaciones, lo cierto es que durante los años 50
y 60 la temática de la marginación urbana se volvió un elemento importante del
debate público. Fue
entonces que se acuñó el nombre "villa miseria", a partir de la
novela de 1957 del escritor Bernardo Verbitsky, Villa miseria también es América.
En esas décadas se sucedieron, tanto en gobiernos
militares como civiles, fuertes políticas hacia los asentamientos informales,
dentro de los cuales primó lo que podría llamarse una estrategia doble: por un
lado, la erradicación de estos barrios, a través de demoliciones y
relocalizaciones forzadas; por otro, la provisión a las poblaciones de las
villas de nuevos conjuntos habitacionales de un lenguaje arquitectónico
modernista (los famosos monoblocks de Villa Lugano o de Catalinas Sur). La
idea por detrás de estos grandes conjuntos era proveer una vivienda moderna y
una adaptación a la vida urbana a los habitantes de las villas, que eran
despectivamente considerados como una población que carecía de los valores
culturales y morales de la ciudad.
El tipo de solución de esa época, además de eventualmente
ineficaz (las villas miseria de la ciudad no pararon de crecer y llegaron a
albergar más de 200 mil personas hacia mediados de los años 70), fue
criticada ya en su momento, como lo es actualmente, por su naturaleza
compulsiva y autoritaria. Población que vivía desde hace muchos años o que
incluso había nacido allí era forzada a abandonar sus hogares y zonas de la
ciudad, para establecerse, en el mejor de los casos, en departamentos alejados,
o muchas veces en barrios transitorios igualmente precarios ubicados en la
periferia urbana. Esta línea de acción se profundizó durante la última dictadura
militar, que implementó grandes y masivas políticas de erradicación.
Ya en democracia, los años 80 y 90 vieron un resurgir de
las villas de emergencia, esta vez sí como consecuencia del deterioro general
de la situación socioeconómica del país y de la ciudad.
Es así que llegamos a la actualidad, con unas 250 mil
personas en CABA y unos 3,5 millones en todo el país viviendo en asentamientos
informales.
Lo que este breve recorrido nos muestra es que durante
gran parte del siglo XX la existencia de estos asentamientos se debió no
solo a los indicadores generales de pobreza, sino más que nada a la lógica del
crecimiento urbano: factores como el aumento de la población de las ciudades,
el precio del suelo y de la construcción, o la disponibilidad de crédito
determinan dónde y cuándo se generan estos espacios de marginación.
Está en la regulación de este crecimiento la llave para
facilitar una ciudad más integrada o, por el contrario, una con iguales o
mayores niveles de segregación.
Fuente: LabHisPub de la Di Tella.



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