En
este nuevo capítulo de "Camino a la
Independencia", el historiador Claudio Chaves detalla las grandes dificultades que
los viajeros de la época debían vencer para llegar a destino.
Dificultades que se multiplican varias veces si
pensamos que la distancia que separaba, por ejemplo, Buenos Aires de Tucumán es
de 1.400 kilómetros ,
lo que implicaba, para los congresales de las Provincias Unidas que debían
participar del Congreso, viajes de semanas y
hasta meses. Siempre que el clima fuese benigno.
A la inversa, la noticia de la Declaración de la
Independencia llegó a Buenos Aires en seis días. Claro, no viajó en carreta
sino llevada por los que en aquella época eran bautizados como "mata-caballos"….
El historiador tucumano Carlos Páez de la Torre no
relata que los congresales empezaron a llegar en los últimos días de diciembre
de 1815, “más que fatigados por los infernales caminos. La gran mayoría no
había puesto jamás el pie en la ciudad en la que iban a deliberar. No había
mucho que ver. El centro de todo era la plaza, nombre pomposo para un espacio
abierto donde pastaban los animales”.
De la
descripción que hace Páez de la Torre del Tucumán de la época se desprende que
la ciudad tenía mucho de aldea todavía: “Al frente se alzaba el Cabildo, de dos
plantas y ocho arcos sin torre. Las iglesias eran insignificantes, salvo San
Francisco, erigida por la expulsada Compañía de Jesús. La chata edificación
aparecía más o menos compacta en las pocas cuadras inmediatas a la plaza.
Después se hacía salteada, para prácticamente desaparecer más allá de la ronda.
Caballos y carruajes excavaban la superficie de las calles de tierra”.
También
señala: “Raramente se veía una vereda de ladrillos ceñidos por tirantes de
quebracho. Las diversiones públicas eran escasas. Además de las fiestas
religiosas, que terminaban con bailes y juegos, sólo un par de mesas de billar
y otras tantas canchas de bochas. La vida de la ciudad duraba lo que la luz del
sol. Después, se trancaban las puertas y la familia comía a la luz de velas.
Sólo algunos mozalbetes en tren de juerga se atrevían a caminar durante la
noche”.
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