Se trata de un proceso a través del cual buscamos transmitir
conocimientos y enseñanzas a la ciudadanía, respecto a la protección de nuestro
entorno natural, la importancia fundamental sobre resguardar el medio ambiente,
con el fin de generar hábitos y conductas en la población, que le permitan a
todas las personas tomar conciencia de los problemas ambientales en nuestro
país, incorporando valores y entregando herramientas para que tiendan a
prevenirlos y resolverlos.
La educación ambiental ha sido clave en el
desarrollo ambiental que exhibe nuestro país, y lo seguirá siendo, porque aún
tenemos deudas que saldar en este campo. Un paso trascendental en esta línea se
logró al incorporar la educación ambiental en la Ley 19.300 (1994) de Bases
Generales del Medio Ambiente, situándola al nivel de instrumento de gestión
ambiental y por ende, como una obligación el Estado.
La Ley 19.300 señala que la
educación ambiental es “un proceso permanente de
carácter interdisciplinario destinado a la formación de una ciudadanía que
reconozca valores, aclare conceptos y desarrolle las habilidades y las
actitudes necesarias para una convivencia armónica entre seres humanos, su
cultura y su medio físico circundante”
Posteriormente, en 2009, se aprobó la Política
Nacional de Educación para la Sustentabilidad, documento que fija los grandes
lineamientos que determinan el actuar de los distintos sectores en materia de
educación Ambiental, con el único norte de formar una ciudadanía activa en la
construcción del desarrollo sustentable del país.
La Educación Ambiental evolucionó desde
una mirada conservacionista en sus inicios, hacia una educación que consideraba
la interrelación del ser humano, su ambiente, el modelo de desarrollo económico
y la cultura, entre otra cosas. Sin embargo, desde los años setenta del siglo
pasado y tras las conferencias de Belgrado y Tbilisi, estuvo presente el
cuestionamiento al modelo de desarrollo imperante y su fuerte vínculo con el
deterioro del medio ambiente.
Durante los años noventa se comienza a
hablar de educación ambiental para la sustentabilidad, la cual se había
iniciado desde el nacimiento de la Agenda 21. Junto a ello, se reforzó la idea
que esta educación debía potenciar el compromiso con los valores, principios,
actitudes, comportamientos y con una noción de justicia y equidad compartida,
así como el sentimiento de tener un destino común con todos los pueblos.
En el año 2002, la ONU decreta al período
comprendido entre 2005 y 2014 como el Decenio de la Educación para
el Desarrollo Sostenible, el cual no pretende suplantar a ninguno de los
movimientos educativos ya existentes, sino constituirse en un llamado generalizado
a todos ellos para que incorporen la sostenibilidad.
Así, se establece que es fundamental que
la Educación Ambiental se aborde de manera transversal y sistémica, orientada
hacia la resolución de problemas y con un fuerte componente actitudinal y
ético. Pues la educación ambiental no debe trabajarse solamente desde el
conocimiento de las temáticas ambientales y la sensibilización, sino
especialmente, desde la formación valórica que permita una transformación de la
sociedad en su conjunto.
De esta forma, al observar la
trayectoria y conceptualización de la educación ambiental hasta nuestros días,
se puede afirmar que la tarea de la Educación Ambiental es profunda y
comprometida: educar para cambiar la sociedad y que la toma de conciencia se
oriente hacia un desarrollo humano que sea simultáneamente causa y efecto de la
sustentabilidad y la responsabilidad global.
De esta forma, desde un punto de vista operativo,
la EA supone un análisis crítico del marco socioeconómico que ha determinado
las actuales tendencias insostenibles (información y sensibilización) y la
potenciación de las capacidades humanas para transformarlo (actuación),
otorgando gran importancia a la preparación de una ciudadanía responsable y
capacitada para la toma de decisiones en un mundo global y complejo. En
definitiva lo que se propone es un cambio de paradigma.
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