SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



lunes, 12 de septiembre de 2022

¿Por qué somos TAN QUEJOSOS LOS ARGENTINOS? ¿Por qué nos QUEJAMOS de TODO? -Y también nos quejaremos de esta nota…,-

 

Nos quejamos si el día es lluvioso tanto como si es soleado, si tenemos mucho trabajo o pocas cosas para hacer, a raíz de que alguien nos solicita nuestra ayuda así como por no sentirnos importantes si nadie nos la pide.

Pareciera que ya es parte de nuestra idiosincrasia, nuestra cultura y hasta como si estuviera en nuestro ADN. Quejarse es un hábito, una costumbre y claramente, consciente o inconscientemente una elección.

REFLEXIONAR PARA CAMBIAR



¿Con qué frecuencia te quejás?

¿Mejora la situación?

¿Puedo hacer reclamo productivo?

¿Cuándo y dónde se ha producido esa situación?

¿Cuáles eran tus expectativas?

¿Hay mas involucrados?

¿En qué medida soy responsable?

¿Qué crees que es injusto?

¿Hay alguna alternativa para que algo cambie?

¿Cómo podés contribuir a que tu enfoque, lo que estás planteando que deseas cambiar, se modifique?

LA QUEJA INTOXICA Y DISTRAE

Las quejas son la expresión de un malestar interno, la mayoría de las quejas nacen como expresión de una situación vivida como injusta.

Naturalizar la queja, de la misma manera que naturalizar una situación de malestar, nos posiciona en una actitud pasiva y de espectador, como si uno no pudiera o no tuviera el derecho y la posibilidad de modificar la situación, o al menos de intentar cambiar algo.

Si bien quejarse puede ser tomado como un acto de descarga, para descargar el enojo, la frustración, la bronca o la impotencia, abusar de este mecanismo solo lleva a “agrandar” la sensación de malestar e incomodidad, así como la tendencia a permanecer en ese estado, este “status quo” que paraliza y estanca.

La queja nos distrae. Nos lamentamos porque si dejáramos de hacerlo quedaría en evidencia la decisión que tenemos pendiente por tomar y no nos atrevemos. Decisión de cambiar de actitud, decisión de hacernos responsables, de modificar nuestra postura ante aquello que nos duele.

Probablemente lo que esconde una queja, en líneas generales tiene que ver con la sensación de frustración, de decepción, de que algo no es como uno espera que sea, de impotencia. La queja aparece a manera de reclamo, de aquello que no cumplió las expectativas deseadas.

No se trata de que no tengamos derecho a quejarnos, pero si solo nos quedamos en la queja no nos hacemos responsables de nuestras vidas. Mientras nos quejamos no tomamos ninguna decisión, y preferimos quejarnos a comprometernos con nosotros mismos a realizar los cambios.

La queja intoxica los entornos de uno e intoxica cualquier actitud proactiva, cualquier posicionamiento que implique dirigirse hacia lo que uno desea, más allá de lo difícil que eso pueda ser. Por esto es importante detectar, ya sea en uno mismo como en el resto de las personas con los que uno se vincula, cuánta queja circula, cuánta actitud pasiva y de regodeo se instaura. Regodeo en el malestar, en la victimización. Regodeo como parte de una elección, que aunque sea muchas veces inconsciente, no deja de ser una elección, la de quedarse posicionado en la inacción.

Si la queja es utilizada como disparador para registrar que algo no está funcionando, no está siendo efectivo y/o está generando malestar, podría considerarse como un puntapié para realizar un cambio actitudinal.

La queja, así como la rabia, el enojo o la frustración, son emociones que permiten repensar donde uno está situado ante lo que le pasa y qué decide hacer con aquello que le sucede. Pero claramente, la elección de hacer ese trabajo que implica un recorrido interno para generar cambios de hábitos y comportamientos es completamente personal y conlleva un esfuerzo. Entre otras cosas, salir de la conocida “zona de confort”.

Porque ya no se trata de pensar en el problema del cual uno se está quejando.

No es el problema, es nuestra actitud ante el problema lo que cuenta.

Ciertas actitudes provocan una fuente inagotable de malos entendidos y problemas, un campo fértil para interpretaciones que no facilitan acuerdos ni con uno mismo ni con el otro.

La actitud que tengamos ante las dificultades nos define como personas: para algunos su actitud representa un problema, y para otros, es el secreto de su éxito.

¿TE ACORDÁS HERMANO, QUÉ TIEMPOS AQUELLOS?

Llegado a este punto empieza a resonar una trillada frase muy instaurada en nuestra cultura acerca de que todo tiempo pasado fue mejor.

Y de alguna manera es el reflejo de ciertas creencias nostálgicas acerca de momentos que hoy, con el diario del lunes, se observan de otra manera.

Ni peor ni mejor, todo tiempo pasado fue diferente y evaluar a la distancia lo que ya sucedió hace que lo podamos ver de otra manera, que no significa necesariamente que sea más objetiva.

A veces lo que solapadamente deja en evidencia esta creencia, es cierto temor a no poder enfrentar los nuevos obstáculos o desafíos, considerándose incapaz de poder hacerlo.

¿Pero en el fondo de que se trata? ¿De no saber, no poder, o no querer?

CONSECUENCIAS NEGATIVAS

Cuando nos quejamos tenemos consecuencias negativas de las que a veces no somos conscientes, favorecemos un estado de ánimo negativo y creamos un mal ambiente entre nuestros amigos, pareja, conocidos o familiares.

Los que nos rodean se cansan de nosotros, nos evitan, a nadie le gusta estar todo el día con un «amargado».

¿De qué sirve quejarse?

Absolutamente de nada. Aferrarse en lo negativo, impide buscar soluciones. En líneas generales, la gente con tendencia a la queja es poco resolutiva. Ven problemas en las soluciones y no suelen buscar solución a lo que les molesta. Si me quejo continuamente de mi jefe, pero no hago algo para modificar esa situación, ¿de qué me sirve?

 

 

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