Cientos de grupos con
características de sectas, que manejan técnicas coercitivas para atraer
seguidores con el doble objetivo de quitarles recursos económicos y en muchos
casos abusarlos hasta llegar al extremo del homicidio, operan en el país.
Hace 5 años dos hermanas de siete
y ocho años fueron rescatadas por efectivos policiales del interior de una casa
en la localidad misionera de Garuhapé, donde funcionaba un templo umbanda.
Las niñas eran
maltratadas de manera brutal, incluso les clavaban agujas en la lengua, según
publicó Diario Popular.
Mediante
amenazas estaban obligadas a adorar la imagen de San La Muerte. Estos caso, que terminó en una mujer detenida y las
pequeñas a resguardo, desnuda nuevamente la problemática de las sectas en el
país.
“En apariencia no es lo
mismo una secta o grupo coercitivo que funciona en la localidad de Gregorio de
Laferrere que otro instalado en San Isidro. La realidad es que se mueven con
técnicas de captación distintas, seduciendo de acuerdo al estrato social al que
apuntan”, sostuvo el sacerdote Manuel Acuña, especializado en el tema.
Además, contó que “a
pesar de esas diferencias, lo que buscan siempre es lo mismo, porque mediante
el control del individuo logran apoderarse de sus bienes y en muchísimos casos
con abusos físicos”.
La
historia de las niñas misioneras se resolvió por la valiente denuncia de la
directora de la escuela a la que asisten las víctimas, quienes contaron que en
el templo umbanda las sometían a crueles castigos, como arrodillarse desnudas
en días fríos en la lluvia, recibir baldazos de agua helada y ser golpeadas con
un arreador.
Una de las chiquitas contó que le clavaron agujas en la lengua, mientras se las obligaba a que adoraran a San La Muerte y les enseñaban invocaciones. “Las consecuencias del funcionamiento de estos grupos son complicadas. Es muy difícil de cuantificar, pero se calcula que en todo el país funcionan más de 10 mil células de grupos con características de sectas que logran captar a seguidores con diferentes técnicas coercitivas, para someterlos de acuerdo con los estratos sociales en los que se mueven”, sostuvo Acuña.
De
acuerdo al religioso, “estas bandas operan con el formato de células, que se
meten en las barriadas populares y con otros formatos en zonas de buen poder
económico”, para luego precisar: “En cada grupo intervienen entre 25 y 70
personas, y muchas veces tienen relaciones entre ellas, aunque presentan una
individualidad que las mantiene alejadas de los controles”.
“En
los grupos que apuntan a sectores medios y altos, las técnicas de captación
están basadas en la superación espiritual, con desarrollo de herramientas para
evitar el estrés y la armonización, incluso con libros de divulgación masiva.
Todo esto esconde la parte más oscura, porque se trata de grupos cerrados”,
indicó.
También explicó que
estos grupos “hacen sentir especial al individuo, único, al punto que deja su
vida, y se somete a intereses y objetivos propios del grupo”.
“Luego
llega la entrega de los bienes personale o familiares, y también los abusos”,
explicó Acuña.
El
otro escenario de los grupos sectarios apunta a la clase trabajadora, donde
sobresalen las células que se mueven en torno a figuras paganas como San La
Muerte y aquellas que tienen relación con prácticas umbandas.
“Son
muy peligrosas también, porque se relacionan con creencias donde lo sangriento
y lo satánico se naturaliza. Se apoyan en la vulnerabilidad cultural de los
seguidores, en sus problemas personales y carencias colectivas, dijo Acuña.
Por
último, señaló que “la Justicia y el Estado en general tienen que abrir los
ojos, para enfrentar esta problemática”.
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