Un poco de historia: Quién le iba a decir a Dietrich Mateschitz, fundador de Red Bull, que cuando se topó en
Tailandia con el popular tónico Karting Daeng que se vendía en gasolineras para
prevenir a los conductores de dormirse al volante, estaba dando el primer paso
para crear un imperio empresarial.
En 1984, Mateschitz fundó Red Bull GmbHy. El 1 de
abril de 1987 Red Bull Energy Drinkse vendió por primera vez en Austria, el
país de origen de su fundador. Ese día no solo se lanzó un producto nuevo,
también una nueva categoría: las de las
bebidas energéticas.
Este grupo de alimentos
ha aumentado espectacularmente sus ventas en los últimos años. Según datos oficiales de la Autoridad
Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), el
68 % de los adolescentes (10 a
18 años) de la UE las consumen. Entre ellos, el 12 % presenta un consumo
“crónico alto” de 7 litros
al mes, y otro 12 % un consumo “agudo alto”. Lo que más impresiona: el 18 % de los niños entre 3 y 10 años toman
bebidas energéticas.
El éxito comercial de estas
bebidas reside en los objetivos que persiguen sus consumidores. Muchos
deportistas las utilizan a diario para intentar aumentar su rendimiento físico.
Las personas que deben mantenerse despiertas, para no dormirse. Los alumnos,
para estudiar. Quienes salen de marcha las mezclan con bebidas alcohólicas.
Pero
desde hace unos años la bebidas energéticas están en el ojo del huracán. Por un lado sus beneficios
están en entredicho y, por otro, son muchos los especialistas que advierten de
los riesgos de su consumo. Para aclarar la situación lo primero que debemos
hacer es analizar su composición, basada en cuatro grupos de componentes.
La
mayoría de las bebidas energéticas contienen una serie de “moléculas
estrella” que, en teoría, les proporcionan un alto valor añadido. Me
refiero a la taurina, el ginseng y la carnitina.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, el
máximo organismo europeo en materia de alimentación, no piensa igual. Su Panel
de Nutrición, Dietéticos y Alergias ha dejado claro en numerosos informes
oficiales que, a día de hoy, no se ha
demostrado ninguna relación entre el consumo de estas “moléculas estrella” y
cualquier propiedad saludable.
La más conocida, la taurina, no tiene un efecto
positivo sobre las funciones cognitiva, cardíaca y muscular. Tampoco la
L-carnitina ayuda a una recuperación más rápida de la fatiga muscular, ni a
reparar el tejido muscular esquelético, ni a aumentar la capacidad de
resistencia. Con el famoso ginseng ocurre lo mismo. Ninguna de estas “moléculas
estrella” tiene efecto positivo (ni negativo) sobre el organismo.
Su
presencia en las bebidas energéticas es irrelevante.
Las vitaminas son innecesarias
El segundo grupo de moléculas lo componen una serie
de vitaminas del grupo B (niacina, ácido pantoténico, vitamina B6 y vitamina
B12) que sí han sido evaluadas positivamente por el Panel de Nutrición,
Dietéticos y Alergias de la EFSA, al proporcionar algunas propiedades
saludables.
Sin embargo, según las encuestas de ingesta
dietética es absurdo consumir un suplemento de estas vitaminas. Los españoles
llegamos sobradamente a sus niveles diarios requeridos, ya que se encuentran en
los alimentos que consumimos cada día a un precio mucho más barato.
Por tanto, la presencia de esas vitaminas en las
bebidas energéticas es ridícula e innecesaria.
Primer problema: la
cafeína
El tercer componente de las bebidas energéticas es
la famosa cafeína, un alcaloide descubierto por el químico alemán Friedrich Ferdinand Runge en 1819. Esta
tiene la capacidad de excitarnos, y la EFSA reconoce que 75 miligramos (mg)
mejoran procesos cognitivos que aumentan la atención, la memoria y el
aprendizaje.
La mayoría de las bebidas energéticas contienen una concentración de cafeína de 32 mg/100 mL. Al
presentarse habitualmente en latas de 500 mL, la cantidad total de cafeína en
una sola bebida energética es de 160 mg. Esto
representa más del doble de los 75 mg que establece la EFSA como límite mínimo
para ser efectiva.
Hay que dejar claro que esta gran cantidad de
cafeína presente en las bebidas energéticas de 500 mL puede tener consecuencias
graves para la salud. Según la EFSA, un adolescente de 13 años, con un peso
medio de 47 kg ,
no debería consumir más de 147 miligramos de cafeína al día, cantidad que se
sobrepasa con una sola lata.
Iré más allá. El
consumo de dos latas sobrepasa la sobredosis aguda de cafeína, establecida
entre 300 y 400 miligramos, según el peso corporal y el nivel de tolerancia de
cada persona. Una vez que sobrepasamos ese umbral aparecen síntomas de
inquietud, nerviosismo, insomnio y trastornos gastrointestinales.
El alto contenido en cafeína de estos productos
tiene un efecto indirecto peligroso. Muchas
personas combinan las bebidas energéticas con alcohol cuando salen de
marcha. Pues bien, el efecto depresor del sistema nervioso central provocado
por el alcohol, que da lugar al sueño que nos lleva a dejar de beber, es
enmascarado por la alta cantidad de cafeína que llevan las bebidas energéticas.
Como consecuencia estas personas no sienten sueño, siguen bebiendo, y aumenta
el riesgo de coma etílico.
Segundo problema: el
azúcar
El ingrediente que más me preocupa de estos
productos es el azúcar. Según la OMS, el consumo de azúcares añadidos no debe
sobrepasar los 50 gramos
de azúcar diarios. Según la misma organización, si esta cifra se reduce a 25 gramos se obtendrán
beneficios adicionales, debido a la correlación directa entre el consumo
excesivo de azúcar y obesidad, diabetes, caries y enfermedades
cardiovasculares.
Dicho esto, la cantidad de azúcar que hay en una
sola lata de 500 mL de la mayoría de estas bebidas energéticas es de casi 75 gramos , el triple de
todo el azúcar diario recomendado por la OMS.
Seré más explícito: 75 gramos es el azúcar
que contienen 15 sobrecitos. Brutal.
Tercer problema: las
calorías
Pasemos ahora a analizar el valor calórico de una
bebida energética. Mientras una lata de un refresco normal tiene un valor
energético de 139 Kcal, un bote de 500 mL de una bebida energética aporta casi
300 Kcal, más del doble.
Estas cifras son muy preocupantes dados los altos
porcentajes de obesidad de la población europea. Más si tenemos en cuenta que
los consumidores habituales de las bebidas energéticas son la población
infantil y juvenil, dos colectivos que presentan en nuestro país altos niveles
de obesidad.
Seis medidas urgentes
Ante la preocupante situación que les he expuesto
en este artículo pienso que hay que tomar medidas urgentes. En mi modesta
opinión, estas son las más urgentes.
1-El término
bebida “energética” debe ser prohibido. Claramente induce a error al
consumidor, al hacerle creer que le va a dar un aporte extra y saludable. Nada
más lejos de la realidad.
2-La composición
de las bebidas energéticas debe ser revisada. La gran cantidad de azúcar
que lleva, sumada a las elevadas dosis de cafeína, las convierten en bombas
nutricionales. Es cierto que la versión light no es tan perjudicial, pero no la
recomiendo por dos motivos. En primer lugar, su alto dulzor. En segundo, cuando
en un establecimiento no existe la versión ligera se suele adquirir la normal.
3-Es urgente que
cambie la legislación europea que regula la publicidad de estos
productos. No es de recibo que puedan publicitar en sus envases que su consumo
beneficia a la salud por la presencia de una ridícula cantidad de vitaminas que
encontramos de forma habitual en la alimentación tradicional, obviando la
presencia de ingredientes nada saludables en altas concentraciones. Esta
estrategia comercial es lo que se conoce como nutricionismo, y hay que
erradicarla.
4-El acceso de
determinados colectivos a este tipo de productos debe restringirse mucho más.
No es posible que niños y niñas de cualquier edad puedan adquirir estas bombas
nutricionales sin ningún tipo de traba. No seríamos el primer país en adoptar
medidas. En Lituania y Letonia la venta de bebidas energéticas a menores está
prohibida desde 2014 y 2016, respectivamente.
5-Hay que
incrementar los impuestos que se aplican a las bebidas azucaradas. Ya se ha
demostrado en muchos países que esta medida, que debería también ampliarse a
otros productos insanos, son efectivas a la hora de mejorar la salud pública.
6-Hace años se
prohibió que las empresas tabacaleras y de bebidas alcohólicas patrocinaran
eventos deportivos. Lo mismo debería hacerse con las bebidas energéticas.
Los grandes deportistas, que son imitados por millones de jóvenes, no deberían
prestar su imagen a este tipo de productos a cambio de contratos millonarios.
Los jóvenes son un grupo de población muy vulnerable a la publicidad y al
observar que sus ídolos promueven el consumo podrían pensar que son saludables
o que mejoran el rendimiento deportivo, cosa que no es cierta.
Estimado lector: el alto consumo de bebidas
energéticas se ha convertido en un problema de salud pública. Pongamos fin a
este despropósito antes de que sea demasiado tarde.
Publicado originalmente en The Conversation
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