Según las crónicas, el carnaval fue traído a Argentina por los primeros españoles,
y se cree que los primeros corsos se realizaron hacia mediados del siglo XVIII,
donde la cultura negra tuvo mucha importancia para darle colorido. Ya en 1771
el Gobernador de Buenos Aires Juan José Vertíz implantó los bailes de carnaval
en locales cerrados. La gente se metía en las
casas y reventaban huevos por todos lados!
El exceso y la destrucción de propiedad eran tan
grandes que en febrero de 1795 el virrey Arredondo prohíbe "los
juegos con agua, harina, huevos y otras cosas". Luego se volvió costumbre,
en especial entre las mujeres, jugar a tirarse con agua con cualquier
recipiente; hasta usaban huevos vaciados y rellenos con agua con olor a rosa
(aunque a veces se tiraban huevos podridos).
Este tipo de celebraciones se realizaban más que
nada en las grandes sociedades (como la casa de Margarita Sanchez de
Thompson, la casa del Virrey Cisneros, la casa de "La
Perichona", entre otras). Pero era en los
barrios más humildes, conformados por pequeñas comunidades integradas por
población negra de origen africano, donde se practicaba el candombe.
Otra
costumbre, que en algunas ciudades se sigue realizando al día del hoy, es la de quemar un muñeco de paja. Esta costumbre viene de
la época de Rosas, y se llamaba "día del entierro":
Los vecinos de cada barrio colgaban en algún lugar un muñeco de paja, al que
llamaban Judas, que luego era quemado, en medio de una fiesta general.
Ya
en 1839 se permitieron las máscaras y comparsas,
además de los cohetes, luego de la debida autorización de la
policía. Solo se permitía el juego en los tres días propiamente dichos de
carnaval, y el horario era anunciado desde la Fortaleza (actual Casa Rosada)
con tres cañonazos al comienzo, 12 del mediodía, y otros tres para finalizar
los juegos, al toque de oración (seis de la tarde).
Por más que se trataba de prevenir desmanes, el
problema es que la misma policía formaba parte de los festejos y ninguna medida
preventiva era respetada, por lo que comenzaron a incrementarse las peleas,
vandalismo, robo, alcoholismo, violaciones y hasta muertes. Por este motivo, el
22 de febrero de 1844 Rosas prohíbe por decreto el carnaval.
Recién se vuelve a permitir el carnaval 10 años después, una vez Rosas fuera del
poder, pero esta vez estaba mucho más reglamentado, con mucha custodia
policial, y sólo se realizaban bailes públicos en diversos lugares, previo
permiso de la policía. También comienzan a predominar las comparsas, pero debían estar anotadas, así como sus
integrantes y las personas que llevaban caretas,
que tenían que pedir un permiso y llevarlo encima por si un policía lo
requería.
Ya
a partir de 1870 los carruajes comenzaron a
desfilar en los corsos, que se hacían en las calles
Rivadavia, Victoria y Florida, aunque luego se extenderían a otras calles y
barrios. Eran muy alegres y vistosos, los disfraces y adornos eran cada vez más
lujosos.
Por
esa época los bailes comenzaron a tener importancia. Se hacían a continuación
de los corsos en teatros,
instituciones sociales, hoteles y residencias particulares. Usualmente eran de disfraces, y se bailaban polcas, valses, etc. En casi
todos los clubes barriales había bailes en carnaval, tanto en la Capital como
en el Gran Buenos Aires.
Con los años, la gente de sociedad se fue
distanciando y dejó de compartir como antes estas fiestas populares, solo iban
a los bailes o se mostraban en los carruajes durante los corsos más
importantes. Dejó de existir la camaradería donde los blancos y negros se
mezclaban con los ricos y los pobres, los grandes con los chicos. Con los años,
el carnaval fue perdiendo su
encanto, al punto que empezaron los desmanes de nuevo por culpa de patotas y
bandas de gente pesada que siempre armaba pelea, hasta que en 1909 se suspendieron los corsos por los
continuos incidentes que se producían.
A
partir de 1915 muchas de las famosas comparsas fueron
desapareciendo. Fueron siendo remplazadas por
las murgas. Los corsos perdían
brillo, se poblaban de chatas, carros y carritos de lechero, ya no primaba la
elegancia de tiempos pasados. Eran tiempos difíciles y se reflejaba en los festejos del carnaval. Los desfiles fueron siendo dejados de lado por los
bailes en gran escala que organizaban diferentes instituciones sociales. En la
década del 20 eran muy pocos los corsos que
seguían existiendo, y menos aun los que seguían siendo alegres y divertidos.
Los carnavales siguieron existiendo como fiesta pública
por entidades organizadas por barrios, que es la forma que todavía se realiza
en nuestros días. Desaparecieron los corsos,
pero todavía se festeja. Y por supuesto los juegos con agua nunca desaparecieron
por más prohibiciones que les implantaron, ya que es de lo más común a ver a
niños tirándose bombas de agua!
Pero
los vaivenes de la sociedad política y
económica Argentina volvieron a incidir en los festejos,
ya que Perón prohibiría los
días feriados para festejarlo, aunque no estaba en contra del carnaval en sí. El siguiente revés se produciría
durante la dictadura militar del ’76, que prohibió
directamente el carnaval, que recién volvería con el regreso de la democracia en 1983, y que durante el gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner se restablece los feriados para festejar el
carnaval.
Increíble todas las vueltas que
dio esta celebración casi tan antigua como la humanidad! Hace apreciar más esta
festividad, ¡A disfrutar!
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