Hablar o escribir desde la incertidumbre, es una
manera de suponer lo que podría contener el futuro. Aunque se piensa que dudar
de la certeza es afirmar que todo es incierto. O a decir del físico y filósofo
francés Blaise Pascal, de que “no es cierto que todo sea incierto”.
Es natural que la duda comprometa el miedo que
puede sentirse ante algo que se ignora. Pero también es propio sentir algo de
seguridad ante una realidad evidente. Sin embargo, el miedo está siempre
merodeando en toda situación desconocida. El problema surge cuando acecha el
peligro causado al no atisbar la dificultad capaz de empeorar la situación.
La incertidumbre en la política
En política, este problema es bastante frecuente.
Generalmente ocurre al no hilvanar las razones que configuran el riesgo o
peligro. Y eso aparta la posibilidad de apuntar lo que en la administración de
negocios se llama “ganar-ganar”.
Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, explica
que “la política es el arte de lo incierto, lo que nos lleva a un principio de
incertidumbre generalizada”. He ahí el problema ante el cual vale disertar
sobre la impotencia de la incertidumbre.
Y justo acá tiene cabida criticar la postura de
quienes, apostando a la desfachatez, los convierten en “arqueólogos de la
infamia”. Solo por hacer ridículo alarde de “eruditos de la política”. Cuando,
a lo mucho, son rabiosos “pésimos profetas del desastre”. Mas, cuando presumen
tener capacidad no solo para saberlo todo. Sino también, para interpretar el
fondo de la política.
En los últimos tiempos, el maniqueísmo de la acción
política ha salpicado cualquier cantidad de situaciones. Sobre todo, cuando
estas buscan camuflar el azar con la excusa de revestir la democracia con la
institucionalidad que corresponde a su longanimidad.
Ese maniqueísmo, propio de regímenes deformadores de la democracia, justifica que naciones sometidas a autócratas se resignen
ante las determinadas condiciones ungidas de un falso bienestar. En esas
naciones solo tienen cabida criterios que exalten lo contrario a las libertades
y los derechos.
Razón tuvo el escritor y
periodista mexicano Carlos Monsiváis, al decir que “la verdad se robustece con
la investigación y la dilación mientras que la falsedad, con el apresuramiento
y la incertidumbre”. De ahí que, en el lenguaje de la política, es proclive
referirse a la impotencia de la incertidumbre.
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