El año que ahora iniciamos se
presenta extremadamente atractivo en el mundo de la obesidad. Una enfermedad no
sale de los libros si no es porque hay pacientes que vivan con ella, y a
quienes hay que cuidar. Sin embargo, con gran frecuencia y durante mucho, hemos
considerado que las personas que viven con obesidad carecen de voluntad y
autodisciplina, que están desmotivadas para mejorar su salud y que son
incumplidoras de un tratamiento médico que, en la mayoría de los casos, está
limitado a dieta y ejercicio.
Desde la Sociedad Española para el
Estudio de la Obesidad (SEEDO), trabajamos para romper esta visión sesgada de
la enfermedad, no solo por parte de la sociedad civil si no
también y, especialmente, por los profesionales sanitarios y la administración.
Según
una reciente
encuesta nacional, el 63,7% de los hombres y el 48,4% de las mujeres de nuestro
país presentan exceso de peso, mientras que la obesidad afecta
al 19,3% de los hombres y al 18,0% de las mujeres. Si se mantienen las
tendencias actuales, se prevé que para el año 2035 la prevalencia de obesidad
grave afectará al 37% de la población española. Esta tendencia es especialmente
preocupante en la edad infantil, cuya prevalencia se estima que aumentará en
torno al 2,5% anual hasta dicha fecha.
La evidencia científica generada en los
últimos años ha demostrado que la obesidad es una enfermedad crónica,
extremadamente compleja en sus orígenes, y con múltiples factores
contribuyentes. Entre ellos se encuentran factores genéticos y
endocrinológicos, factores ambientales como el estrés, determinados tipos de
fármacos, una mala elección de las opciones alimentarias, patrones de trabajo
sedentario, disminución en las horas de sueño, presencia de contaminantes
ambientales, internalización del estigma, la desigualdad social y la ausencia
hasta hace pocos años de opciones terapéuticas eficaces y seguras. Y si hay
múltiples causas y hay factores contribuyentes, debemos empezar a hablar de
“obesidades” y ser capaces de visualizar a cada paciente de manera
individualizada. Ello nosdebe permitir la introducción de la medicina
personalizada en los algoritmos de manejo de la obesidad. También debemos ser
capaces de aceptar que la obesidad no es una enfermedad moral, que no es un
vicio ni señala falta de voluntad del paciente; que la obesidad no puede ser
nunca más una puerta abierta a la inequidad ni a la discriminación a lo largo
del proceso asistencial.
“La evidencia científica
generada durante los últimos años ha demostrado que la obesidad es una
enfermedad crónica, muy compleja en sus orígenes y con múltiples factores;
entre ellos, los genéticos y los endocrinos”
No
hay duda de que nuestra sociedad es profundamente obesogénica, favoreciendo un
estilo de vida sedentario y dietas poco saludables y densamente energéticas.
Pero ¿cuántas veces hemos obviado las condiciones económicas, culturales,
genéticas, educativas y sociales que contribuyen a su desarrollo, o la propia
condición de enfermedad y los tratamientos médicos que pueden tener efectos en
los cuerpos y en su peso?
Porque tengamos una idea bien clara:
tú no escoges la obesidad, la obesidad te escoge a ti. En paralelo, las creencias
sesgadas, los prejuicios y los estigmas relacionados con la obesidad afectan
tanto a la calidad de vida de las personas que viven con ella como a su
entorno. Pero, aún más preocupante, también influyen de manera negativa en la
calidad de la atención médica que reciben las personas con obesidad.
Desde
la SEEDO
queremos avanzar también en el diagnóstico y evaluación de la obesidad.
Si bien el índice de masa corporal (IMC) es la medida antropométrica
habitualmente utilizada para evaluar la gravedad de la obesidad, no es una
medida directa de la cantidad ni de la distribución de la grasa corporal, por
lo que es un indicador de tamaño, no de salud. Y no distingue entre hombres y
mujeres. Por todo ello, en la práctica clínica, debemos promover el estudio de la
composición corporal como un acto habitual, complementario a la antropometría
clásica.
En este contexto, es imperativo
trabajar desde múltiples frentes para lograr un cambio de paradigma que permita
abordar esta patología poliédrica que, además, interviene
en el desarrollo de numerosos factores de riesgo para la salud y en la
aparición de otras enfermedades crónicas. Las autoridades deben reflexionar
sobre la necesidad de poner en marcha medidas eficaces que permitan frenar el
crecimiento de las tasas de obesidad, favoreciendo tanto la prevención como el
tratamiento de las personas que viven con la enfermedad, además de poner en
marcha medidas para reducir los factores obesogénicos.
De hecho, estudios sobre la
estimación de gasto que puede suponer no tomar medidas eficaces para combatir
la obesidad, el conocido como coste de la inacción, muestran que en España el
sobrepeso y la obesidad pueden representar en torno al 2,5% del PIB en los
próximos años, con un coste estimado superior al 9% de los gastos en salud. No
hacer nada, permanecer inactivos desde el Gobierno y las instituciones
sanitarias, supone un coste difícil de asumir para las generaciones, actual y
futuras. Porque la obesidad es prevenible y tratable.
En este contexto, debe apostarse por
abrir la puerta a la financiación pública del tratamiento farmacológico de la
obesidad. Este aspecto es fundamental dada la alta prevalencia de la obesidad y
la necesidad de velar por la sostenibilidad económica del sistema de salud, así
como para evitar una nueva inequidad hacia los pacientes con obesidad,
especialmente al compararla con otras enfermedades crónicas.
Con
todas estas ideas en mente, en 2024 está previsto el lanzamiento de la
guía GIRO, “Guía Española del Manejo Integral y Multidisciplinar de la Obesidad
en Personas Adultas”, que recopila información actualizada
sobre la obesidad y su manejo, se analizan las necesidades no satisfechas, y se
plantean recomendaciones que creemos útiles para solucionarlas en el contexto
de la práctica clínica de España. La guía GIRO es el resultado final de un
trabajo colaborativo en el que han participado expertos representantes de 14
sociedades científicas, remarcando el concepto de una atención absolutamente
transversal de la obesidad. Y muy importante, han colaborado en su revisión
representantes de los pacientes, sin los que esta Guía no tendría ningún
sentido.
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