Celebremos todos, logros de
cualquier tipo, cambios de estación. Siempre hay algo que celebrar. ¡Simplemente
cada día que pasamos en familia y con amigos es digno de ser celebrado!
Rodeados de gente que importa, mirando las caras
que amamos, contamos nuestros éxitos y compartimos nuestras cargas, reviviendo
los dramas cotidianos. La mesa es el lugar donde marcamos hitos, divulgamos
sueños, hacemos negocios, damos gracias, planificamos vacaciones y nos reímos a
carcajadas, es donde los niños aprenden las lecciones que las familias enseñan:
modales, cooperación, comunicación, autocontrol, valores. Seguir las normas.
Sentarnos. Esperar turnos. Es donde nos construimos y festejamos. Es donde
vivimos, entre mordisco y mordisco.
Seguramente has escuchado decir que cenar en
familia y con amigos es bueno para los hijos, pero es posible que no se
imaginen que este hábito podría cambiarles la vida. Cuanto más comamos en
familia, mejor desempeño académico tendrán nuestros niños, menor probabilidad
de involucrarse en asuntos negativos, sufrir depresión y es el mejor predictor
que tenemos sobre qué pasará en la adolescencia de los mas pequeños.
Quizá
porque las familias que comen juntas hablan más, lo que ayuda a la conexión y a
la construcción de mejores relaciones.
Quizá
porque los padres que comen con sus hijos tienden a expresar su amor de forma
más constructiva, también en forma de atención y supervisión.
Quizá
porque la cena transforma a los miembros individuales de la familia en un
«grupo», lo que otorga a los padres más influencia a la hora de competir contra
el poder del grupo de amigos negativos.
O quizá
porque los niños, incluso más que nosotros, necesitan contar algo cada día, y
la seguridad de la pertenencia y el cuidado que representa el ritual de
compartir la comida con nuestros seres queridos es más tangible.
Bueno existen estudios al respecto, que demuestran que cuanta más frecuencia haya
celebraciones mejor, (No es el caso de
nuestras familias y amigos, nosotros celebramos aunque no haya nada que
celebrar). Lo ideal es que ambos padres, cuando viven juntos, cenen con sus
hijos todas las noches. Pero no vivimos en un mundo ideal, así que hacemos lo
que podemos, lo que a menudo significa, que sólo un padre está presente en la
mayoría de las cenas semanales.
A veces eso
es lo mejor que una familia puede hacer durante la semana, y es funcional. Pero
entonces es aún más importante que la familia pase tiempo junta durante los
fines de semana, que los viernes, sábados y domingos tengamos un tono festivo
cuando todos nos sentamos juntos a disfrutar de la comida. Hay algo mágico en
la construcción de la identidad familiar cuando todos los miembros comparten la
comida, al menos durante una parte del tiempo.
Como es natural, a medida que los hijos crezcan,
serán ellos quienes tengan planes de noche. Pero si invitas a cenar a los
amigos de tus hijos, te sorprenderá que a menudo estos preadolescentes y
adolescentes disfrutan de una deliciosa cena gratis y casera antes de irse al
cine o de fiesta. El secreto está en recordar que este debe ser un momento para
que toda la familia se reconecte y se cargue de energía, no solo una obligación
más. Es una importante oportunidad para reconectarnos y un importante
fundamento para la tradición familiar más los amigos.
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