Pamela, proviene de una familia ganadera del Chaco. No le gustó trabajar
en una oficina y abrió una ferretería. Antes, fue parte de Ateneos rurales y al
conocer el “amanse natural”, se terminó de enamorar de los caballos.
A menudo hay
experiencias que en el momento son negativas, pero dejan aprendizajes
positivos. Es el caso de Pamela Henain, la joven chaqueña que es la protagonista
de Tierra de
Historias®,
la serie de podcast producida de manera integral por Profertil y conducida por el periodista Juan Ignacio
Martínez Dodda.
Oriunda de una familia con un campo
dedicado a la cría bovina al que iban todos los fines de semana, recuerda que de niña siempre
le gustaba llevar registros de lo que sucedía. De allí que, pese a que también
era apasionada por los animales -fundamentalmente, los caballos– eligió finalmente ser contadora.
Pero su primera
experiencia laboral no fue lo que esperaba: no le gustó
trabajar encerrada en una oficina. Su padre le preguntó qué iba a hacer y decidió
abrir una ferretería.
En el medio, nunca perdió conexión
con el campo, porque fue parte de Ateneos rurales, y hoy otra actividad que ocupa
su agenda diaria es la cría de caballos Cuarto de Milla, con
“amanse natural”.
-¿Qué recordás
del campo de niña? ¿Qué olores o sabores se te vienen a la mente y el corazón?
-Mi familia es netamente ganadera, dedicada a la cría de terneros. Yo soy la
más grande de cuatro hermanos, que nos llevamos dos años de diferencia cada
uno, así que imagínate lo terrible y el equipazo que éramos de pequeños y en el
campo. El recuerdo más significativo vinculado con los olores, es el olor a
alfalfa y el olor a caballo. Nosotros en realidad vivíamos a 60 kilómetros del
campo, en Resistencia, era una actividad importante, pero secundaria en mi
familia. Íbamos solamente los fines de semana, y lo característico era llegar e
ir a alimentar a los caballos.
Nos poníamos
alfalfa y maíz en las manos, hacíamos como si fuese un platito con las manos. Y
esa sensación como de cosquillas y ese olor al resoplido del caballo es algo
que me marcó siempre. Incluso es una costumbre que sigo manteniendo.
-Llegó el momento de estudiar, elegiste contadora
pública. ¿Por qué no, con todos esos antecedentes, Agronomía o Veterinaria?
-Fue un momento muy disyuntivo. Tenía dos opciones: el plan A era Ciencias
Económicas, porque siempre me gustó que dos más dos sea cuatro; entonces, como
que eso estaba bueno. Y por el otro lado, tenía Veterinaria, por mi pasión por
los animales, sobre todo por los caballos. Pero era muy chica cuando decidí,
porque estaba por empezar séptimo grado y quería elegir para hacer mi
secundario orientado a lo que iba a ser mi futuro: irme por las ciencias
económicas o por las ciencias naturales. A la vez, venía muy interiorizada con
el tema del transporte de cargas, que era la actividad principal de mis papás,
sabía lo que era manejo de formularios, hacer libros de IVA que en ese entonces
era algo manual, facturas, remitos, recibos… También jugaba a que era
oficinista y me ponía a completar formularios desde chica. Me gustaba mucho y
por otro lado estaba mi hobby: me gustaba ir al campo, pero generalmente era
solo los fines de semana y mi actividad era agarrar un caballo manso y jugar
carreras con mis hermanos.
Siempre vi a
ese momento como una actividad de escape, de relajación, un juego; no lo
pensaba como una actividad laboral. También tenía miedo de pensar qué voy a
hacer si se muere un animal. Era muy chica y recuerdo que la primera vez que se
me murió un animal lloré un día entero. Entonces era: ¿Cómo voy a afrontar ese
momento de decir “por mi culpa muere un animal”? Siempre lo relacioné con eso,
con una situación drástica, y fue lo que en ese momento me llevó a elegir y
preferí los números, que es donde me siento segura. Además, también, tenía la
Universidad muy cerca. Eran muchos puntos a favor de la carrera de Contadora.
Bueno, al final
se podría decir que hoy manejar bien los números de cualquier actividad productiva,
más en un país como en Argentina donde uno puede perder más dinero en la parte
administrativa que en un lote, es fundamental. Y es algo que a los
profesionales del campo no les gusta mucho, así que termina siendo una buena
elección.
-Sí, aparte a mí siempre me gustaron los registros. Me acuerdo por ejemplo de
ser re chiquita y estar en la manga tomando nota, de los números de caravana
les ponía el pelaje. Fue algo que siempre me llamó la atención. Después hacer
planillas, es como que siempre estuve abocada a eso y mi carrera también me dio
herramientas generales para todos esos aspectos que mencionabas, de un país tan
volátil como Argentina. Es una carrera muy amplia, que me dio muchas
herramientas para poder manejarme hoy en día, en varios ámbitos y hacerlo de
una buena manera.
-¿Qué recordás de tu primer trabajo? A este podcast lo
escuchan muchos jóvenes y suele ser interesante saber cómo fue esa primera
experiencia laboral.
-Mi primera entrevista laboral fue apenas unos días antes de recibirme. Imagínate
mi cabeza. Y el mismo día que rendí mi última materia, me llamaron a la tarde,
era un viernes y me dijeron: “Empezás el lunes”. O sea, no tuve tiempo ni
siquiera de pensarlo y ese lunes arranqué a primera hora con todas las pilas.
Fue muy importante porque tuve la experiencia de poder trabajar en relación de
dependencia, algo diferente porque yo siempre estuve muy vinculada a una
actividad familiar; por ende, mi jefe en su momento era mi papá. Entonces,
responder a una persona externa me dio muchas herramientas, me permitió también
poder trabajar de lo que yo había estudiado, porque no tenía ningún familiar
que fuera contador y me pudiera explicar cómo funcionaba un estudio. Y aunque
esa experiencia me permitió trabajar de lo que yo había estudiado, me permitió
darme cuenta también que no era lo que quería para el resto de mi vida. Ojo:
nunca me reproché haber elegido la carrera que elegí, pero sí ese primer
trabajo, que en realidad fueron dos estudios contables, me permitieron darme
cuenta que yo no quería estar en un escritorio toda mi vida. Y también aprender
cómo uno debe comportarse cuando tiene personal a cargo. Fue un aprendizaje muy
significativo, yo creo que crecí muchísimo, porque pasé de ser estudiante a ser
profesional, y también a saber manejarme con las personas, que es lo más
importante.
¿La clave es como un acercamiento de
frente, pero respetando su espacio? ¿Por dónde va? ¿Qué dirías si tuvieses que
mencionar tres claves del amanse natural?
-En primer lugar, esperar los tiempos. Uno tiene
que ir y entrar a un corral limpio. ¿Qué quiere decir? Si tuviste un mal día,
no vayas. Para empezar con un caballo chúcaro, ante todo tenés que estar bien
primero vos, porque eso lo transmitís. El caballo es como como si fuera una
hoja en blanco que vos empezás a escribir, entonces todo lo que vos sientas, la
forma en la que entras a un corral, repercute en ellos; si estás histérico, va
a empezar a correr. También que cada caballo es distinto, tiene su carácter, su
temperamento. Hay algunos que a los 15 minutos podés embozalar; otros que les
lleva más tiempo. En segundo lugar, interpretar las señales que te da el
caballo. Las orejas, los ollares, si resopla mucho, si bostea… Es fundamental
observarlo y ver cuál es su comportamiento, además por la integridad física de
la persona que está entrando al corral y también del animal.
Y después es como que se va dando, no
es que hay una técnica, estás trabajando con un ser vivo, es lo mismo que estés
enseñando a una persona, todo se va dando y fluyendo. La primera vez que logré
que un caballo me siga me largué a llorar, fue como un hijo dando su primer
paso o que diga mamá. Puedo estar tranquilamente tres horas en un corral y es
lo que lo que me hace feliz. Ni veo correr el tiempo, no lo noto.
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