Más de 8 mil años de historia hasta
donde se sabe: La fascinación por los reflejos y las superficies espejadas se
encuentran ya en la mitología de la antigüedad. El mito de Narciso y la
fábula del ciervo y su reflejo, del escritor griego Esopo, nos advierten de los peligros de dejarse encantar por la
imagen.
El espejo mágico de la bruja de
Blancanieves es capaz de revelar las verdades ocultas, mientras que en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll, el personaje de Alicia consigue atravesar
la superficie pulida y cruzar al otro lado hacia un mundo invertido.
Los espejos son objetos cuya superficie
pulida permite que incida la luz y que, en consecuencia, se reflejen los
objetos. Se considera que los primeros espejos manufacturados se
realizaron en la prehistoria a partir de piedras pulimentadas como la obsidiana.
En Mesopotamia y Egipto se han hallado espejos de mano
fabricados en metales como el bronce, al igual que en China y Etruria, donde
destacan algunos ejemplos con decoración incisa en la parte posterior. Durante siglos fueron objetos de lujo y solo las elites podían contarlos entre sus
propiedades.
El metal fue el material preferido para la elaboración de espejos
durante la antigüedad clásica y la Edad Media. Puesto que los metales se deslustraban con facilidad, los espejos necesitaban
ser pulidos periódicamente. Se utilizaban probablemente durante la
aplicación de cosméticos, en el cuidado del cabello y el adorno personal.
El uso del vidrio para la fabricación de espejos se
atestigua al menos a partir del siglo III d.C. Cubiertos con plomo o pan de oro
en el reverso, estos primeros ejemplos eran
frágiles y dados a distorsionar la imagen de quien se reflejase en ellos.
Por este motivo, los espejos de metal siguieron en uso
durante siglos. En el siglo XI, los reinos islámicos de la Península Ibérica ya producían espejos
en vidrio, los denominados espejos taifas, además de otras manufacturas
decorativas a partir de vidrio coloreado.
La popularización de los espejos de
vidrio comenzó, sobre todo, a partir del período renacentista. La república de Venecia destacó en la artesanía del
vidrio durante la Edad Media y la Edad Moderna y, de hecho, se
convirtió en el principal centro productor de gafas de vista. En los talleres
venecianos se utilizaba el vidrio de plomo para fabricar espejos de gran
calidad. El desarrollo de una amalgama de
mercurio y estaño con la que se cubría el anverso del vidrio, además, mejoró sensiblemente la calidad de los espejos,
que ofrecían ahora un reflejo límpido. Este avance técnico incrementó la fama
de los venecianos, que se encargaron de producir espejos de lujo para las
elites nobiliarias europeas. La técnica del plateado desarrollada por el
químico alemán Justus von Liebig a mediados del siglo XIX propició la
producción de espejos que ofrecían una imagen nítida.
Los espejos, especialmente a partir del Renacimiento, incentivaron
el cambio de la perspectiva artística. Como en el caso de «Las meninas», de
Diego Velázquez y el «Retrato de Giovanni Arnolfini» y su esposa (1434), de van
Eyck, los espejos introdujeron nuevas formas interpretar la realidad, añadieron
múltiples puntos de vista y trampantojos que engañaban la percepción.
Alimentaron el descubrimiento de la individualidad en un momento
de desarrollo de la economía de mercado y de generación de riqueza, especialmente en el norte de Europa. La
consciencia de uno mismo y del paso del tiempo se observan, por ejemplo, en la
serie de autorretratos que Rembrandt realizó entre 1629 y 1669, aproximadamente, y que el pintor pudo, quizás, llevar a
cabo sirviéndose de un espejo.
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