SOCIEDAD Y CULTURA

Revista El Magazín de Merlo, Buenos Aires, Argentina.



sábado, 29 de marzo de 2025

HISTORIA del ESPEJO: Mágicos, decorativos o cosméticos, los espejos cuentan con una historia milenaria.

 

Más de 8 mil años de historia hasta donde se sabe: La fascinación por los reflejos y las superficies espejadas se encuentran ya en la mitología de la antigüedad. El mito de Narciso y la fábula del ciervo y su reflejo, del escritor griego Esopo, nos advierten de los peligros de dejarse encantar por la imagen.

 


El espejo mágico de la bruja de Blancanieves es capaz de revelar las verdades ocultas, mientras que en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, de Lewis Carroll, el personaje de Alicia consigue atravesar la superficie pulida y cruzar al otro lado hacia un mundo invertido.

 


Los espejos son objetos cuya superficie pulida permite que incida la luz y que, en consecuencia, se reflejen los objetos. Se considera que los primeros espejos manufacturados se realizaron en la prehistoria a partir de piedras pulimentadas como la obsidiana.

 


En Mesopotamia y Egipto se han hallado espejos de mano fabricados en metales como el bronce, al igual que en China y Etruria, donde destacan algunos ejemplos con decoración incisa en la parte posterior. Durante siglos fueron objetos de lujo y solo las elites podían contarlos entre sus propiedades.

 


El metal fue el material preferido para la elaboración de espejos durante la antigüedad clásica y la Edad Media. Puesto que los metales se deslustraban con facilidad, los espejos necesitaban ser pulidos periódicamente. Se utilizaban probablemente durante la aplicación de cosméticos, en el cuidado del cabello y el adorno personal.

El uso del vidrio para la fabricación de espejos se atestigua al menos a partir del siglo III d.C. Cubiertos con plomo o pan de oro en el reverso, estos primeros ejemplos eran frágiles y dados a distorsionar la imagen de quien se reflejase en ellos.



Por este motivo, los espejos de metal siguieron en uso durante siglos. En el siglo XI, los reinos islámicos de la Península Ibérica ya producían espejos en vidrio, los denominados espejos taifas, además de otras manufacturas decorativas a partir de vidrio coloreado.

La popularización de los espejos de vidrio comenzó, sobre todo, a partir del período renacentista. La república de Venecia destacó en la artesanía del vidrio durante la Edad Media y la Edad Moderna y, de hecho, se convirtió en el principal centro productor de gafas de vista. En los talleres venecianos se utilizaba el vidrio de plomo para fabricar espejos de gran calidad. El desarrollo de una amalgama de mercurio y estaño con la que se cubría el anverso del vidrio, además, mejoró sensiblemente la calidad de los espejos, que ofrecían ahora un reflejo límpido. Este avance técnico incrementó la fama de los venecianos, que se encargaron de producir espejos de lujo para las elites nobiliarias europeas. La técnica del plateado desarrollada por el químico alemán Justus von Liebig a mediados del siglo XIX propició la producción de espejos que ofrecían una imagen nítida.

 

Los espejos, especialmente a partir del Renacimiento, incentivaron el cambio de la perspectiva artística. Como en el caso de «Las meninas», de Diego Velázquez y el «Retrato de Giovanni Arnolfini» y su esposa (1434), de van Eyck, los espejos introdujeron nuevas formas interpretar la realidad, añadieron múltiples puntos de vista y trampantojos que engañaban la percepción. 

Alimentaron el descubrimiento de la individualidad en un momento de desarrollo de la economía de mercado y de generación de riqueza, especialmente en el norte de Europa. La consciencia de uno mismo y del paso del tiempo se observan, por ejemplo, en la serie de autorretratos que Rembrandt realizó entre 1629 y 1669, aproximadamente, y que el pintor pudo, quizás, llevar a cabo sirviéndose de un espejo.

 

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