El Papa Francisco pidió a la
Virgen María que nos ayude a combatir la “gran tentación” de la hipocresía,
antes del rezo del ángelus este domingo en la Plaza de San Pedro en el
Vaticano.
“Que la Virgen María nos ayude a combatir en nosotros la
tentación de la hipocresía –Jesús les dice hipócritas, es una gran tentación la
hipocresía– y nos ayude a hacer el bien sin apariencias y con sencillez”,
señaló el Santo Padre en su reflexión sobre el Evangelio de hoy (Mc 12, 38-44),
en el que Jesús denuncia “la actitud hipócrita de algunos escribas”.
Estos personajes, encargados de
transcribir e interpretar las Escrituras, eran tenidos en gran consideración
por el pueblo, pero “más allá de las apariencias, su comportamiento a menudo no
se correspondía con lo que enseñaban. No eran coherentes”, precisó el Papa
Francisco.
“Algunos, en efecto, con el prestigio y el poder de que gozaban,
menospreciaban a los demás –es muy feo esto de mirar a las otras personas de
arriba abajo– se daban aires de superioridad y, ocultándose tras una fachada de
pretendida respetabilidad y legalismo, se arrogaban privilegios e incluso
llegaban a cometer auténticos robos contra los más débiles, como las viudas”,
como la del Evangelio que da todo lo que tiene para la ofrenda.
El Papa Francisco destacó que, en los escribas, “incluso la
oración corría el riesgo de dejar de ser para ellos un momento de encuentro con
el Señor y convertirse en una ocasión de ostentación de respetabilidad y piedad
fingida, útil para atraer la atención de la gente y obtener su aprobación”.
“Se comportaban como personas corruptas, no
todos, alimentando un sistema social y religioso en el que era normal
aprovecharse a espaldas de los demás, especialmente de los más indefensos,
cometiendo injusticias y garantizando la impunidad. De esas personas Jesús
recomienda alejarse, ‘tener cuidado’, no imitarlas”, dijo el Pontífice.
Al contrario, precisó el Papa, con
su palabra y su ejemplo, Jesús “enseña cosas muy distintas sobre la autoridad.
Habla de ella en términos de sacrificio de uno mismo, de servicio humilde (Mc
10,42-45), de ternura maternal y paternal hacia las personas (Lc 11,11-13),
especialmente hacia los necesitados (Lc 10,25-37)”.
“Jesús invita a quienes están investidos de ella a mirar a los
demás, desde su posición de poder, no para humillarlos, sino para levantarlos,
dándoles esperanza y ayuda”.
El Santo Padre preguntó entonces a todos: “¿Cómo me comporto en
mis ámbitos de responsabilidad? ¿Actúo con humildad, o me enorgullezco de mi
posición? ¿Soy generoso y respetuoso con las personas, o las trato de modo rudo
y autoritario? Y con mis hermanos y hermanas más frágiles, ¿estoy cerca de
ellos, puedo agacharme para ayudarles a levantarse?”.
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